Monday, February 27, 2006

Como chinos...

El asunto bancario nace de una gran confusion o, mejor dicho, un timo. Si nos vamos cinco tios a jugar a poker a casa de uno, y cada cual cambia $20 por fichas, lo ultimo que esperaremos a la hora de irnos es que el huéspede nos diga que no nos puede cambiar las fichas por nuestra pasta porqué la ha prestado al vecino. ¿No? Es más: aún asumiendo que, si queremos, podemos de forma colegiada prestar nuestros $100 al vecino un ratito, se asume que el interés que le clavemos será compartido entre todos, ¿no? Pues no.

Los bancos prestan dinero que tu NO les has has autorizado a prestar y además se quedan todo el rendimiento. TODO. No creáis que la calderilla que os dan en concepto de intereses llega, ni por asomo, a representar un 5% de lo que sacan ellos. Eso sí: si firmamos el contrato, no nos podemos quejar. Que cada palo aguante su vela.
Pero es más grave (regreso a la parábola del poker): nuestras fichas ya no valen nada. Su valor es ahora condicional a que el vecino nos devuelva la pasta. La naturaleza de la situación ha cambiado. Ahora es contingente a lo que el huéspede y el vecino hayan pactado. Así pues el asunto bancario no solo pone de manifiesto una problemática inflacionaria, sinó que de hecho está transfiriendo riqueza de unas manos a otras sin aprobación expresa, es un hurto. Si un banco quiebra (y quiebran a raudales, que pregunten a los Argentinos sinó), los ciudadanos con depósitos en ese banco han sido robados. Los Fondos de Garantía quizá, solo quizá, puedan re-embolsar algo. El resto ha sido robado.

En definitiva: un contrato con el banco es un contrato que el banco sabe positivamente que, si se dan ciertas condiciones, va a violar indefectiblemente. Cada promesa que realiza un banco está hecha bajo la plena convicción de que en el 99% de los casos no la puede cumplir. Ni les importa ni nos lo dicen. Pero hay más…